Por: Gustavo Gallón Giraldo en El Espectador
Según Francisco Gutiérrez Sanín, “política, violencia y asignación de los derechos de propiedad” caracterizaron tanto el período de la Violencia de mitad del siglo pasado, como el conflicto armado del último medio siglo. Esta relación estrecha entre representación partidista, coerción física y concentración de la propiedad agraria constituye el eje de su reflexión como miembro de la Comisión Histórica del Conflicto y las Víctimas (CHCV), creada por el Gobierno y las Farc en las actuales negociaciones de paz.
A través de ese eje identifica cinco elementos para explicar el origen del conflicto: las condiciones sociales hostiles al Estado como herencia del “ciclo exterminador” de los años 50; la inequidad en la propiedad de la tierra, ligada al apoderamiento de predios por la acción de políticos y notarios y a la expansión violenta de la frontera agrícola; la exclusión del campesinado, el sector social más golpeado, a su juicio, durante uno y otro período bélico; la violencia privada, vinculada a la policía o al ejército en cada período; y el sistema político orientado a inmovilizar la reforma agraria para favorecer a ciertas élites territoriales.
También resalta cuatro elementos para explicar la persistencia del conflicto, enmarcada en una dinámica “centrífuga, que trasladaba los centros de poder a coaliciones regionales antisubversivas” legales e ilegales: el narcotráfico, que profundizó las tendencias centrífugas del sistema político, creó un “campesinado ilícito” y fortaleció económicamente a las Farc, entre otros efectos; la exacerbación del secuestro por las Farc, que profundizó la implicación de algunas élites rurales en el conflicto; el paramilitarismo, anclado en demandas de tipo local, pero habilitado por el fomento de juntas de autodefensa y las Convivir desde el Gobierno central; la captura del municipio por las guerrillas primero y por el paramilitarismo después, y su vinculación con los políticos locales, en ocasiones como víctimas, y en otras como cómplices o usufructuarios de la violencia.
En medio de estos factores, Gutiérrez destaca tres características de la evolución del conflicto: la orientación militarista de las Farc, basada en el secuestro y el narcotráfico, a costa de su legitimidad y la de su familia ideológica pro-soviética, lo que sin embargo le brindó fortaleza bélica y capacidad de reclutamiento; la centralidad de la tierra, por haber sido objeto de inversiones ilegales, haberse convertido en un recurso militar clave, y resultar siendo punto focal de disputas y reconfiguraciones del poder local; y la dispersión de intereses del paramilitarismo, que lo condujo a una situación de anarquía e ineficiencia que podría explicar su desmovilización.
Todos estos temas ameritan desarrollos que no alcanzaron a plasmarse en el documento, y que seguramente se encuentren en otras elaboraciones del autor, pasadas o futuras. Pero tienen la virtud de dejar en claro la necesidad de generar políticas nacionales que superen los particularismos locales, que proscriban la violencia privada y que enfrenten la dramática concentración de la tierra. Esas son guías certeras para construir la paz en Colombia. Gracias, profesor Gutiérrez.