Para la Comisión Colombiana de Juristas fue un motivo de verdadera felicidad acompañar el pasado 28 de febrero de 2020 la celebración de la restitución de los predios La Francisca I y La Francisca II a las 49 familias que hemos representado judicialmente desde octubre de 2013. La garantía y protección de los derechos de esta comunidad conseguida con la sentencia favorable de restitución de tierras dictada por la Sala Especializada en Restitución de Tierras del Tribunal de Cartagena en enero de 2018, es, sin duda, un ejemplo de lo que motivó, hace más de 30 años, a la CCJ emprender este proyecto por la defensa de los derechos humanos en Colombia.
Es la comunidad de Las Franciscas, sus historias, su coraje, su resistencia y su confianza, una de las razones de ser de nuestra organización. "Celebrar para retornar a la tierra", como denominaron el evento, nos invitó a sumarnos a su alegría, pero también a conmemorar y rendir homenaje a la memoria de las luchas y de las personas que ya no nos acompañan, pero que, sin ellas, este logro no hubiera sido posible. También, esta celebración, nos invitó a recordar que, si bien se ha dado un paso fundamental en la protección de los derechos de esta comunidad, aún persisten retos y desafíos que superar. Estos retos y desafíos requieren de la misma unión que ha caracterizado a esa comunidad para que sean superables y aporten también a las luchas de otras comunidades que aún hoy buscan retornar a su hogar.
La lucha de la comunidad de Las Franciscas y el reclamo de sus derechos hace parte de una larga lucha de los movimientos campesinos de la Costa Caribe por acceder a la tierra. Esta historia, amparada bajo la consigna de la ANUC "Tierra para el que la trabaja" hoy encuentra un logro que simboliza años de trabajo, solidaridad, persistencia y resiliencia del campesinado colombiano. Desde finales del año 87, las primeras 30 familias de esta comunidad, unidas bajo la Asociación de Usuarios Campesinos de la Iberia -AUCIBE-, empezaron a trabajar en estas tierras que habían sido abandonadas y se encontraban inexplotadas. Allí, sufren un primer acto de violencia, que los obliga a abandonar la tierra y a buscar otros medios de subsistencia en contra del abandono estatal y del poderío de grupos empresariales y terratenientes de la zona. A pesar de ello, y con la característica de la resistencia, la comunidad, fortalecida por el ingreso de nuevas familias, retoma los predios, nuevamente abandonados por la improductividad empresarial. Así, a mediados de los 90’s, se instalan en estos predios para trabajarlos con cultivos de pancoger y de banano de exportación. Esto les permite a las familias gozar de un mínimo vital y progresar a partir del trabajo digno y justo. Su trabajo, además, surtía de seguridad alimentaria a la zona, y se les conocía como la despensa de Orihueca.
Esta vida de lucha, de paz, de comunidad y de trabajo se vio nuevamente truncada. La violencia paramilitar y el poder político y empresarial intentó destruir este proyecto de vida comunitario. En el 2001, los asesinatos de Jorge, Gustavo y Miguel Teherán, causaron los primeros desplazamientos de sus familias y mermaron a la comunidad. En el 2004, fue asesinado el líder de la comunidad y presidente de AUCIBE, José Concepción Kelsy. Este hecho generó el desplazamiento masivo de la comunidad y la posterior pérdida de sus mejoras por la compraventa forzada hecha por las empresas que han buscado arrebatar los derechos de la comunidad. Un último intento por proteger su trabajo, derivó en otro asesinato. En el 2005, el líder Abel Bolaños fue también asesinado por sus reclamos y retorno a estos predios junto a varios de sus compañeros. Este último hecho, causó el despojo y desplazamiento definitivo de estos predios. Las consecuencias de estas violaciones a sus derechos son diversas y la comunidad ha tenido que subsistir a pesar de todos estos daños, dándonos ejemplo de su fuerza. En especial, a pesar de la violencia, los vínculos comunitarios no fueron rotos, y la unión se mantuvo aún en la tristeza.
La ley 1448 de 2011 constituyó un punto de esperanza para esta comunidad. Su esmero y unión facilitó los trámites correspondientes ante la Unidad de Restitución de Tierras, quien en el 2013 los inscribió en el Registro de Tierras Despojadas y Abandonadas. En ese mismo año, la Comisión Colombiana de Juristas inició su proyecto de restitución de tierras y tuvo la fortuna y el privilegio de asumir la representación judicial de esta comunidad, siendo uno de los primeros casos que tuvo el proyecto. Han pasado siete años desde que asumimos el reto de representarlos y de caminar a su lado en esta lucha. Han sido siete años de dificultades, de aprendizajes y de crear un vínculo de confianza. En este camino, que ha sido largo y sinuoso, hoy podemos celebrar que estamos parados sobre el fruto de este esfuerzo conjunto.
Pero la lucha no acaba. Nuevos retos se presentan en el camino para la reconstrucción del territorio y de los planes de vida de las familias y la comunidad de Las Franciscas. La Comisión Colombiana de Juristas espera poder seguir apoyando este esfuerzo desde donde sus posibilidades le permita. Estamos seguros de que si la comunidad de Las Franciscas, ejemplo de unión, tejido social, resistencia y resiliencia, continúa fortaleciendo estas características, nuestro trabajo será no solo más sencillo, sino más provechoso. Queremos seguir aprendiendo de esta comunidad y que nos ayuden a seguir apoyando el florecer de tantas semillas que se cultivan en la tierra para dar paz y bienestar. Es nuestro deseo seguir acompañando esta historia y que la misma contagie a un país que requiere de este ejemplo para que podamos superar la violencia, instaurar la paz y gozar de los derechos humanos.
Recordemos finalmente la anécdota de doña Arcenia Pérez, quien un día después de la entrega material de los predios Las Franciscas 1 y 2, cuenta ella que al entrar a su casa sintió la sensación de un viento fresco y dos mariposas amarillas la rodeaban danzando a su alredor. Arcenia cree que esas dos mariposas son un mensaje del espíritu de sus dos hijos muertos, que también están alegres por el retorno a Las Franciscas y es también una reafirmación para que, en medio de la celebración, el ejercicio de la memoria histórica y colectiva esté presente.
Esta anécdota nos hace pensar en esas tierras que hacen parte del realismo mágico descrito por Gabriel García Márquez, y por eso esperamos que la Comunidad de las Franciscas al retornar, tenga por fin y para siempre una oportunidad real para ser felices en su tierra.
Orihueca, Magdalena.
Febrero 28 de 2020