Después de veinticinco años de despojo de sus tierras, seis familias de las veredas El Encanto y Bejuco Prieto, del municipio de Chivolo, departamento del Magdalena, demandantes en un proceso de restitución de tierras, cumplieron la cita señalada por el Juzgado Segundo de Restitución de Tierras de Santa Marta, los días 12 y 13 de agosto, para volver a tomar dominio de sus predios, con ocasión de una sentencia de restitución que fue emitida en su favor en enero de 2018. Pese a las dificultades que se presentaron en materia logística por los incumplimientos de la Unidad de Restitución de Tierras -URT-, en relación con el traslado del despacho al lugar de la diligencia, las tierras fueron entregadas materialmente a las familias a las que pertenecían desde los años ochenta y noventa.
El reencontrarse con compañeros y compañeras de la lucha por la tierra en aquellas veredas causó conmoción. Unas cuantas personas lloraron de alegría, otras lloraron de tristeza porque su vida ya no será igual a la que tuvieron antes del desplazamiento. La comunidad se ha modificado significativamente por el paso del tiempo, y así mismo el estado de las tierras ha cambiado su vocación agrícola a ganadera netamente.
La señora Edita Villalobos, esposa del señor Pedro de la Rosa, fue quien pareció más afectada por no poder compartir la alegría de recuperar sus tierras con su marido, debido a que este murió hace menos de un mes de un infarto y se fue de este mundo esperando que la justicia se hiciera efectiva para regresar a su parcela. Fue entonces uno de sus hijos el que estuvo al frente para reconocer los linderos que debe resguardar como responsable de administrar la finca de ahora en adelante.
La señora Rosa Salas, un poco temerosa de volver a la zona y decepcionada de ver los cambios que se habían dado en su terruño, se armó de valor y personalmente recibió nuevamente su parcela, mientras acompañaba en el dolor a su compañera Edita.
El señor Caballero, quien pacientemente esperó la llegada de la comisión del juzgado y sus representantes jurídicos, junto con las demás instituciones, no pudo contener las ganas de abrazar a todos los que lo acompañaron en este momento tan alegre, y una vez recibió formalmente su parcela se quedó con los suyos en la misma, tal vez proyectando nuevas ilusiones.
El señor Porras, por su avanzada edad y sus limitaciones visuales, no reconoció la ubicación de su finca en la vereda, y fue un vecino quien lo guió y, junto con el GPS de la URT, corroboraron la identificación del predio y con ello se procedió a la entrega del mismo. Esto hizo muy feliz al noble campesino y a su yerno, quienes, pese a que debían regresar a otro municipio del Magdalena por falta de garantías mínimas para quedarse, no dejaron de sonreír.
El señor Antonio Martínez, por quebrantos de salud que le impiden su movilidad, no pudo acudir a la tan anhelada cita; no obstante, su hermano y vecino parcelero Hernán Martínez, quien sigue a la espera de que le fijen fecha para la restitución de sus predios, fue quien recorrió con la comisión encomendada la finca a entregar y así mismo suscribió el documento final.
Por último la familia Rizzo Meriño, una vez hecha la diligencia, empuñó nuevamente las herramientas del campesinado para, ese mismo día, hacer un rancho que les permitiera dormir una que otra noche mientras preparan nuevamente su finca para retornar. Entre risas y abrazos la alegría de volver y la celebración familiar fue lo más importante aquel día.
No faltó el vecino curioso que se atrevió a señalar que la entrega de los predios en los que no se encontraba el opositor no sería válida por cuanto él no había suscrito el acta; sin embargo, esas teorías no menguaron la alegría, pues son equivocadas, ya que los opositores fueron debidamente notificados dentro del proceso, tanto de la demanda como de la sentencia, por lo cual no se requiere su firma para efectuar la diligencia de entrega.
La alegría indescriptible de las familias restituidas que se sentía en el ambiente contrastaba con la fría formalidad del esquema de una diligencia judicial, que se torna impersonal y en ocasiones poco empática. Este tipo de diligencias deberían trascender los reportes de cifras en torno a la restitución, para convertirse en verdaderos actos de desagravio, resignificantes y dignificantes por parte del Estado para con las víctimas de la violencia.
Pese a lo anterior, tenemos la seguridad de que prevalecerá la ilusión, la valentía y la esperanza del campesinado por reconstruir sus proyectos de vida y por ello la Comisión Colombiana de Juristas continuará acompañando a estas valerosas y abnegadas familias desde el escenario del posfallo, con la convicción de contribuir en la garantía y protección de sus derechos a la reparación integral, la justicia, la verdad y la garantía de no repetición.
Nury Martínez, coordinadora de Litigio en Restitución de Tierras
Comisión Colombiana de Juristas
Bogotá, 14 de agosto de 2019