Gilberto González Hernández, agricultor del municipio de Rosas, Cauca, fue secuestrado por las antiguas Farc-EP el 28 de mayo de 2012. Para ese momento, él tenía 62 años. Su familia recibió una llamada en la que el extinto grupo armado exigió dinero para liberarlo. Sus seres queridos solicitaron pruebas de supervivencia para pagar la extorsión, pero los secuestradores se negaron a entregarlas. Desde esta fecha se desconoce su paradero.
A pesar de que en un inicio los responsables fueron condenados en justicia ordinaria, con la firma del Acuerdo de Paz se acogieron a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). Actualmente, la familia de Gilberto está a la espera de que avancen las acciones de su localización con la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD). La Comisión Colombiana de Juristas (CCJ) les está acompañando en este proceso.
Olga Yanet, Milton, Gilberto González Mosquera, hija e hijos del señor Gilberto, y Olga Mosquera, su esposa, le dedican estas palabras en la conmemoración número 13 de su secuestro y desaparición.
Un 28 de mayo, hace ya trece años, la oscuridad golpeó la puerta de nuestro hogar y nos arrebató lo más sagrado: nuestro padre, Gilberto González Hernández. Un grupo de personas decidió secuestrarlo, sin imaginar que con él también secuestraban nuestra paz, nuestras sonrisas, nuestra esperanza. Desde ese día, vivimos con el alma rota, con un vacío imposible de llenar y con el corazón atravesado por una herida que jamás dejará de doler.
No saber de él, no tener donde llevarle una flor, no poder despedirnos es un castigo que se repite cada amanecer. ¿Cómo se sobrevive a la ausencia de quien nos enseñó a vivir? ¿Cómo se sigue adelante cuando la incertidumbre se vuelve compañera diaria? Su desaparición nos dejó marcados de por vida, quebró a una esposa, a sus hijos, a sus nietos, a toda una familia que aún lo espera con la esperanza en los ojos y la fe entre las manos.
Hoy pedimos algo tan simple como profundamente humano: poder tener sus restos, abrazar su memoria y brindarle la sepultura que merece. Que al menos podamos cerrar este capítulo con dignidad. Nuestro padre fue un hombre noble, trabajador, amoroso… y no merece el olvido.
Queremos volver a creer en la humanidad. Queremos que el amor y la verdad venzan al miedo y al silencio. Queremos que la justicia nos devuelva, aunque sea en cenizas, al hombre que jamás dejó de vivir en nosotros porque, aunque nos hayan arrebatado su presencia, jamás podrán borrar el amor inmenso que sentimos por él. Y ese amor hoy se transforma en clamor. Por favor, ayúdennos a encontrarlo. A sanar un poco. A respirar otra vez.